Por Ricardo Sarmiento (*) – https://srsur.com.ar/
Argentina necesita estadistas más allá del liderazgo político coyuntural que, a lo largo de la historia nacional, se haya impuesto democráticamente o por medio de gobiernos de facto.
La diferencia entre estadista y gobernante no es menor. Argentina ha sido poco eficiente en generar estadistas y los logros sociales en elegir gobernantes éticos han sido también poco frecuentes.
Argentina se constituyó como nación libre e independiente merced al liderazgo noble, generoso y austero de hombres como José de San Martín, Manuel Jose Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano y del caudillo salteño Martín Miguel de Güemes.
Los dos primeros fueron formados en el concepto de libertad, igualdad, fraternidad en las sociedades secretas de naturaleza masónica, como la Logia de Cádiz y la Logia Lautaro en el caso de San Martín. Belgrano fue iniciado en estas sociedades secretas por el propio San Martín.
Fue San Martín quien trasladó a la Argentina esos conceptos aplicados en forma operativa para lograr la independencia de Argentina, Chile y Perú.
Sin embargo, contó en territorio nacional con el apoyo de otros hombres que abrazaron los ideales de la Revolución Francesa de 1789, entre los que, a principios de 1800, descollaron figuras como Mariano Moreno.
Nueve de 11 integrantes de la Primera Junta de Gobierno instalada en Buenos Aires el 25 de Mayo de 1810 provenían activamente de, al menos, dos sociedades secretas sólo identificables históricamente como frecuentadores de la Jabonería de Vieytez y del Café de Marco, existentes a principios del siglo XIX.
El director supremo de las Provincias Unidas del Río de La Plata, Juan Martín de Pueyrredón, también participaba activamente de esas sociedades secretas y fue de vital respaldo a la gesta libertadora de San Martín, más allá de los limitados recursos económicos y de los primeros conatos de divisiones o enfrentamientos políticos internos que se extendieron hasta 1852, con la derrota militar y el exilio de Juan Manuel de Rosas.
Bernardino Rivadavia, considerado el primer presidente de la Nación, dejó su nombre asociado a la institucionalidad en el histórico sillón de Rivadavia que simboliza el poder político presidencial.
Este histórico sillón de Rivadavia ha sido ocupado por todos los presidentes constitucionales y profanado por gobernantes de facto, o abiertamente corruptos e incluso por el perro Dylan, mascota del olvidable expresidente Alberto Fernández.
En nuestra historia, heredamos el orden político democrático, representativo y federal a través de la Constitución de 1853 inspirada por Juan Bautista Alberdi, y consolidado por la paz interior pactada por dos líderes políticos como Justo José de Urquiza y Bartolomé Mitre, quienes, también siendo miembros de algunas sociedades secretas, declinaron el uso de las armas para privilegiar la armonización de la convivencia del caudillismo del interior y los intereses del centralismo porteño en un concepto de unidad nacional.
Quienes no conocen ciertos secretos de la historia, descalifican en forma burdamente crítica al gesto pacificador y unificador de Urquiza y Mitre.
La paz interior se consolidó en una reunión de la sociedad secreta conocida como Unión del Plata, que fue presidida por una personalidad poco conocida como Roque Pérez (víctima, en su tiempo, de la fiebre amarilla), y en la que también fue miembro destacado Domingo Faustino Valentín Sarmiento.
Consolidado el poder y orden constitucional con las presidencias de Justo José de Urquiza, Santiago Derqui y Bartolomé Mitre, hubo un espacio histórico en el que Domingo Sarmiento instauró durante su mandato constitucional un sistema educativo que marcó, durante un siglo, la cultura nacional y la educación popular, pública, gratuita, igualitaria y laica.
El sistema educativo sarmientino permitió reducir a 15% el analfabetismo ya en el año 1900 y abrió las puertas para la mayor corriente migratoria universal en paz. Entre 1880 y 1930 ingresaron a la Argentina 5 millones de inmigrantes de todas partes del mundo en busca de una tierra de paz, libertad y oportunidades de progreso que mantuvieron vivas las presidencias de Nicolás Avellaneda, Julio Argentino Roca, Hipólito Irigoyen (que muy joven fue funcionario de Sarmiento) Sáenz Peña, y Carlos María de Alvear sucedido luego por Hipólito Irigoyen.
La línea de políticas de Estado, con algunos estadistas de mayor brillo y legado histórico, como Sarmiento, se quebró en la irrupción del militarismo antidemocrático que protagonizó el golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930 que derrocó a Hipólito Irigoyen e introdujo lineamientos ideológicos cercanos o afines al facismo italiano y al nacionalsocialismo nazi que inició su ascenso durante el gobierno alemán de 1929 que en el marasmo de la hiperinflación dió paso en 1931 al nefasto período de Adolf Hitler, quien lideró la más cruda tragedia humanitaria iniciando la Segunda Gran Guerra Mundial e instaurando políticas genocidas que resultaron en la persecusión y muerte, en campos de exterminio, como destino final de 6 millones de judíos, 2 millones de gitanos y 200.000 masones europeos herederos de la vocación republicana y humanista basada en la trilogía de libertad, igualdad, fraternidad.
Juan Domingo Perón, con grado de Capitán, ingresó a la escena política nacional viajando de pie, en el estribo del auto descapotado que condujo al general Uriburu a la Casa Rosada para deponer a Hipólito Irigoyen en el primer golpe de Estado, aquél del 6 de septiembre de 1930.
Perón fue agregado militar militar en la embajada argentina en la Italia facista de Mussolini.
Como Capitán de Inteligencia, la guerra del Chaco Paraguayo, entre Bolivia y Paraguay, lo puso en contacto y generó una amistad personal con Alfredo Stroessner, quien ejerció posteriormente una dictadura ininterrumpida de 53 años sobre la Nación paraguaya.
Perón dió información de inteligencia a Stroessner sobre objetivos bolivianos en esa guerra fratricida que, en contraste, permitió que Argentina recibiera el Premio Nobel de la Paz en la figura del entonces Canciller Carlos Saavedra Lamas en 1932.
La política de Estado en materia de Educación puesta en marcha por Sarmiento entre 1868 y 1874, sufrió la primera avería histórica con la educación personalista, demagógica y populista del matrimonio político de Juan Domingo Perón y Eva Duarte.
El descontrol del gasto público a través del populismo demagógico y autoritario financió el primer gran golpe a la educación pública sarmientina.
REGRESO DE LA VIOLENCIA COMO HERRAMIENTA POLÍTICA.- Argentina ingresó en una sucesión de violencia interna con la Masacre de Rincón Bomba que resultó en el asesinato de 3.600 hombres, mujeres y niños de la ancestral etnia Pilagá. Continuó con el bombardeo antiperonista de Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955 que condujo a un nuevo golpe de Estado.
Las Fuerzas Armadas vivieron un período de tensiones permitiendo breves islas históricas democráticas entre 1955 y hasta 1983. Inclusive, en 1962, fracciones del Ejército argentino se enfrentaron armas en mano a través de 2 bandos conocidos como Azules y Colorados.
La ética política tuvo figuras ejemplares como Elpidio González, vicepresidente durante el segundo mandato de Hipólito Irigoyen, luego con la austera presidencia de Don Arturo Illia entre 1962 y 1966, año este último en que fue derrocado por el general Juan Carlos Onganía.
Este período de facto continuó con sucesivos golpes de Estado entre militares que llevaron al sillón de Rivadavia a Carlos Marcelo Levingston y luego a Alejandro Agustín Lanusse.
INSURGENCIA Y VIOLENCIA ARMADA.- En ese interín se activaron grupos armados insurgentes de izquierda, algunos de origen comunista apoyados por el régimen stalinista y prosoviético de Cuba, o por la Cuarta Internacional trostkista, y otros, provenientes del catolicismo de derecha que se reconvirtieron al peronismo radicalizado y organizado.
Así, entre 1960 y 1987 se hicieron notar grupos armados insurgentes desde los Uturunco, los Tacuara (filoperonistas), el Ejército Revolucionario del Pueblo (trotskista) y otras organizaciones como Fuerzas Armadas Revolucionarias, Fuerzas Armadas Peronistas, Montoneros y otras de menor envergadura.
Paradógicamente, también el peronismo prohijó organizaciones violentas de extrema derecha desde el casi desconocido Comando Moralista Pío XII, el Comando de Organización, la Concentración Nacionalista Universitaria y hasta la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina).
A semejanza del PRI, el partido político que gobernó México durante 70 años y corrompió a las instituciones republicanas y a la sociedad misma, el peronismo, con sus variantes derivadas conocidas como menemismo y kirchnerismo, también marcó negativamente a la sociedad argentina durante más de 7 décadas, más allá de la buena fé de muchos adeptos que sienten la política más cerca del fanatismo dogmático que de la racionalidad y el equilibrio del libre pensamiento y del sentido crítico.
EL LEGADO DE JUAN DOMINGO PERÓN.- Vale exponer que entre las contradicciones históricas del peronismo se incluyen una carta muy breve y desconocida públicamente, a la que quien escribe pudo leer fugazmente, en cuyo texto Juan Domingo Perón se dirige a Jorge Rafael Videla, en mayo de 1974 proponiéndole que el Ejército Argentino asuma el poder público para controlar al terrorismo y la guerrilla peronista de FAR, FAP y Montoneros, además del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), brazo armado del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), aunque solicitando que no hicieran daño a su esposa, entonces vicepresidente de la Nación, María Isabel Martínez de Perón, quien aún vive, con largos más de 90 años en su autoexilio de Madrid, España.
Fue también Perón quien, igualmente en mayo de 1974, firmó un decreto secreto ordenando a las Fuerzas Armadas el aniquilamiento de “la subversión”. Sobre la base de ese decreto secreto fue que Ítalo Argentino Luder, en carácter de presidente interino, en reemplazo de “Isabelita”, firmó, el 20 de noviembre de 1975, el decreto ordenando a las Fuerzas Armadas el “aniquilamiento de la subversión”.
La misma noche del 20 de noviembre de 1975 fue que se concretaron las primeras “detenciones a disposición del Poder Ejecutivo” de ciudadanos argentinos comprometidos con ideas de izquierda, extremistas o no, que forman parte de 9.000 detenidos desaparecidos registrados por la Comisión Nacional por la Desaparición de Personas (Conadep).
DESTRUCCIÓN DE LA EDUCACIÓN.- Después de esta larga historia surge, ya en la democracia reinstaurada en 1983, el Primer Congreso Pedagógico durante la presidencia de Raúl Ricardo Alfonsín y bajo la conducción del ministerio de Educación a cargo de Adolfo Stubrin.
El siguiente golpe a la educación sarmientina sucedió durante la década en que gobernó el peronista Carlos Saúl Menem con la destrucción de la educación técnica.
Durante el ciclo político inaugurado en 2003 por Néstor Carlos Kirchner, sucedido por su esposa Cristina Fernández de Kirchner hasta 2015, la Educación perdió toda laicidad política y se utilizó como una herramienta más de adoctrinamiento demagógico y populista funcional al fanatismo y la corrupción más lesiva de la historia política nacional y social argentina.
En los 40 años de Democracia ininterrumpida desde 1983, la institucionalidad no ha logrado preservar la armonía social ni el progreso económico sostenido.
Se ha devaluado la Justicia con la reforma constitucional de 1994. Se han derruído los cimientos históricos de la educación nacional. Se han devaluado virtudes ciudadanas, políticas, institucionales y se han desdibujado los conceptos del respeto mutuo y de la convivencia.
El concepto de orden y de respeto a la ley son rémoras de tiempos más afortunados.
Los conceptos de familia, de autoridad fueron vulnerados desde afuera y desde adentro del sistema educativo.
Un padre contemporáneo tiene una frágil influencia en la formación de sus hijos. Un docente no tiene la jerarquía social que tuvo hasta hace 5 décadas y las Fuerzas Armadas y de seguridad han sido afectadas, e incluso humilladas, en su imagen institucional por errores o excesos propios o por políticas cargadas de ideologías antidemocráticas.
Figuras éticamente incuestionables en nuestra historia fueron Elpidio González, Arturo Illia y Raúl Ricardo Alfonsín. Ellos legaron buenos ejemplos políticos.
Los dos últimos son reconocidos por sus convicciones y valores democráticos y republicanos pero no lograron imponer políticas de Estado que permitieran desterrar la corrupción ni orientar la economía para alejarla de las cíclicas crisis inflacionarias y retomar la línea de progreso social que se vivió hasta 1930, salvo breves períodos de estabilidad registrados en los últimos 40 años.
ESTADISTAS CON MAYÚSCULAS.- Argentina necesita estadistas, con mayúsculas, para repensar el país para los próximos 100 años, como lo hicieron Juan Bautista Alberdi, que impulsó el orden constitucional; Dalmasio Vélez Sársfield (inspirador del Código Civil cuyos rastros rectores aún perduran débilmente) y Domingo Faustino Valentín Sarmiento que impuso un sistema educativo integral y abarcativo de formación ciudadana y militar con orientaciones hacia la integridad nacional y el progreso social.
Vélez Sársfield ordenó la convivencia social a través del Código Civil.
En su tiempo, Sarmiento advirtió que sólo había hombres al inaugurar una cátedra en la Universidad de Córdoba y pronosticó que “dentro de 100 años habrá más mujeres que hombres en las universidades argentinas” y esto se cumple actualmente.
Al inaugurar el tendido de un cable submarino para comunicación telegráfica entre Estados Unidos y Argentina, vaticinó que “dentro de 100 años, el mundo será una aldea”. No hace falta darle razón a la luz de la democratización global de las comunicaciones a partir de la tecnología que avanza y se enriquece cada vez más en base al conocimiento de las ciencias y a la continua evolución de la inteligencia humana.
Pocos aportes trascendentes hubo a lo largo de nuestra historia como los de estos tres hombres que lograron dar sentido histórico a la independencia de 1816 consolidada con la estrategia de las armas empuñadas y dirigidas por San Martín, Belgrano y Güemes.
ARGENTINA CONTEMPORÁNEA.- La Argentina actual, en una foto virtual de fin del año 2023 se aprecia en una nueva crisis económica. Estadísticamente cerrará el año con una inflación superior a 160% anual, 25 millones de argentinos expuestos a la pobreza y, una parte de ellos, a la indigencia.
En aras de la demagogia populista se perdió la oportunidad de un período de bonanza espectacular con valores de commodities agrícolas como la soja con precios internacionales cercanos o superiores a los u$s600 por tonelada.
Se optó por un distribucionismo demagógico que diluyó la cultura del trabajo y estrelló los últimos restos de ética política en los estrados judiciales que, con pocos ejemplos rescatables, debió, o aún intenta juzgar la ineficiencia en la administración de los recursos públicos y de la más desprejuiciada corrupción.
No se aplicó la super renta de la soja a la recuperación o construcción de infraestructura básica para el desarrollo armónico del potencial productivo primario ni para la industrialización del país.
La Educación carece de solidez y contenidos para sostener la cultura del trabajo y la necesidad de un progreso social equilibrado, sostenible, y que proyecte un futuro a largo plazo.
PRESENTE Y FUTURO.- La nueva dirigencia nacional no podrá evitar el impacto negativo inercial de 20 años de inflación creciente hasta las características propias de la estanflación (inflación con recesión) o al peligroso escenario de la hiperinflación con sus secuelas de mayor pobreza y marginalidad social.
Si se logra, una promisoria recuperación racional ética, económica y social, demorará como mínimo dos años y no sería extraño que este proceso insuma al menos dos o más mandatos presidenciales, fueren del signo político que fueren.
EL ROL DE LA COMUNICACIÓN POLÍTICA ESTRATÉGICA.- Cualquier comunicación que se realice en un contexto de inflación creciente por inercia hasta por lo menos el mes de marzo de 2024 sería de un débil impacto en la receptividad social.
Un plebiscito para validar las primeras medidas económicas y políticas del nuevo gobierno para el período 2023/2027 sólo podría obtener eco favorable si hay resultados visibles de que nos orientamos hacia un equilibrio económico.
El resultado electoral no es suficiente para ejercer autoridad o alcanzar la jerarquía de estadista.
EJEMPLOS REGIONALES.- Cuando Fernando Henrique Cardoso en Brasil devaluó el real 70% en un día en 1999, luego convocó a las mayores empresas de Brasil. No aplicó control de precios ni ejerció medidas coactivas.
El mensaje del presidente brasileño fue claro y conciso: “Este año no debemos superar el 8% de inflación”. Las empresas recibieron el mensaje y ese año la inflación no superó el 8% anual. Ese es un ejemplo de verdadero liderazgo y autoridad política.
Chile, un país vecino de 17 millones de habitantes, mostró dos estadistas recientes, de distinto origen político: Michelle Bachelet y Sebastián Piñera.
Uruguay, mantiene coherentes políticas de Estado desde que recuperó la democracia republicana.
Paraguay crece económicamente aún a pesar de toda sospecha sobre diferentes períodos presidenciales y lo hace con bajos niveles inflacionarios.
Sólo Argentina declina en educación y cultura y crece en narcotráfico, inseguridad, pobreza, índices inflacionarios e intolerancia social según se vea la realidad desde diferentes ópticas sociales.
Este país necesita estadistas y ética política para restablecer la convivencia social y reflejar el legado de nuestros padres de la libertad y de los fundadores de los cimientos institucionales que nos jerarquizaron en otros tiempos como Nación.
ÉTICA VERSUS CORRUPCIÓN.- Al decir “Argentina necesita estadistas” se expresa un enunciado que tiene profunda connotación histórica.
En este primer tercio de la década de 2020 se puede coincidir ampliamente en que la inflación recurrente es un fenómeno económico crónico de la Argentina.
La inflación, la corrupción, la inseguridad, la violencia y el narcotráfico como crimen transnacional organizado son los mayores obstáculos para hacer de la Argentina un país viable.
Los problemas económicos y sociales de la Argentina tienen una solución compleja y multifacética pero que puede sintetizarse en la necesidad de la recuperación o instauración de la ética pública, incluyendo a la dirigencia política y a la ciudadanía.
Hoy, la sola recuperación de la ética implica un concepto revolucionario.
Con ética pública se restablecería la armonía en la sociedad a partir de la sana convivencia de la ciudadanía y la política a través del respeto mutuo, el respeto a la Constitución Nacional y a las leyes vigentes.
También Argentina necesita estadistas porque con ética política se podrá ejercer la autoridad y la potestad del Estado en todas las relaciones sociales, económicas e institucionales.
Sobre todo, con ética pública y ética política se podría poner fin al proceso de disgregación social en curso motivado por múltiples factores.
Pero con ética política se podrá poner fin a los mayores problemas de la Argentina actual por una razón muy simple que hará falta, y sería posible y necesario, demostrar en cifras: el fenómeno inflacionario argentino más que un fenómeno económico es un fenómeno político y social.
Si la sociedad y la dirigencia política atienden, asimilan y desbrozan esta hipótesis aquí enunciada, concluirán también en que la ética es una propuesta revolucionaria y para concretarla no se necesitan recursos extraordinarios sino nada más que la recuperación de valores y la convicción de hombres y mujeres de bien, libres, y de buenas costumbres, para aplicarlos en democracia, revalorizando los principios de quienes nos legaron la independencia como Nación y la organización como sociedad.
(*) Historiador vocacional; consultor político y corporativo en imagen pública y comunicación estratégica para gobiernos, grandes inversiones, negocios corporativos e instituciones públicas y privadas. Periodista argentino, especializado en política económica y geopolítica. Fundador de SRSur Consultores en Comunicación Estratégica y de SRSur News Agency.