Por Leandro Querido (*) – Columna de la Agencia Telam
Jair Bolsonaro será el próximo presidente de Brasil. Se cierra de este modo el ciclo del Partido de los Trabajadores.
Bolsonaro supo capitalizar el momento político. En sus 27 años como diputado federal nunca tuvo una oportunidad como esta y la aprovechó. El electorado brasilero quería un cambio, una penalización al Partido de los Trabajadores, para la mayoría este partido no podía seguir en el poder ante los casos de corrupción.
Para la mayoría del electorado Fernando Haddad no solo era el candidato de la continuidad, era también el candidato de la impunidad.
Un candidato de centro, no fue una alternativa convocante efectiva para aglutinar los votos del anti petismo. En cambio, el que si los reunió fue Bolsonaro. Muchos moderados lo terminaron apoyando como segunda alternativa, sabiendo que no era su candidato ideal, pero sí el indicado para sancionar al PT.
Ahora bien, la agenda de Bolsonaro depende de su eficacia para lograr apoyos en el fragmentado Congreso del Brasil. En ese objetivo puede que el ahora electo presidente deje de lado sus decisiones más radicales. Entrará en una etapa de negociación.
Bolsonaro es un hombre con suerte y Maquiavelo escribió que esto es un atributo fundamental del buen político. No solo tuvo la suerte de encontrarse con un escenario político que lo podría catapultar sino que además sobrevivió de milagro a un atentado contra su vida en la campaña. Pero por sobre todas las cosas tiene suerte porque ahora se abre una disputa por detentar el rol de la oposición a su gobierno. El PT se encuentra en crisis, con su líder, el ex presidente Lula Da Silva, preso; con una Dilma derrotada en las urnas en su distrito como candidata a senadora y ahora, un Ciro Gómez, el candidato que salió tercero en el primer turno, que no quiso comprometerse con la candidatura de Haddad y está decidido a ocupar el espacio del PT. Esta disputa puede prolongarse y darle tiempo a Bolsonaro para encontrar la botonera del gobierno.
En una democracia todas las opciones ideológicas tienen derecho a presentarse y a ganar una elección. Puede ganar la izquierda, la centro izquierda, el centro, la centro derecha y la derecha. Bolsonaro sin duda representa a la derecha. En materia económica se comprometió a llevar un plan de austeridad en cuanto al gasto público, de reordenamiento de las cuentas estatales, de promoción del libre mercado y de privatizaciones. Lo propuso en la campaña y ahora es de esperar que lo lleve adelante. Seguramente no será un camino fácil de recorrer, pero cuenta con el aval de las urnas. En materia de derechos civiles o libertad de prensa es poco probable que tome medidas polémicas sin que esto despierte el rechazo de todo el arco político y social. De hacerlo le daría la oportunidad a la oposición de unificarse.
En su primer discurso tras el triunfo se comprometió a respetar la libertad de expresión, el pluralismo político y todas las libertades civiles. Se comprometió a revisar los planes sociales del PT, pero aseguró que seguirán. Sí es probable que intente modificar los contenidos que ofrece la educación pública o que se pierda en discusiones con algunos medios de comunicación al mejor estilo Donald Trump.
Bolsonaro estructuró su campaña en función de la denuncia contra la corrupción del PT. Por lo tanto, su gobierno será muy observado. No tendrá margen para cometer actos que permitan dudar acerca de sus intenciones de terminar con la corrupción generalizada. La fragmentación en el Congreso es una potencial amenaza de juicio político en caso de pretender implementar sus decisiones más polémicas o de tratar de avasallar algún poder del Estado.
Si Bolsonaro en la práctica se parece más a Sebastián Piñera, Iván Duque o Mauricio Macri no debería tener grandes problemas de ingobernabilidad, ahora bien, si el camino que toma es el de Trump podría darse un escenario de conflicto inminente. Trump cuenta con un bloque homogéneo y numeroso que lo respalda en un Congreso y que tiene por función amortiguar sus declaraciones y acciones más controvertidas. Bolsonaro no cuenta con ese respaldo y por no tenerlo podría enfrentarse a uno de estos dos caminos: el giro autoritario con el apoyo del partido militar o la destitución por impeachment.
No hay margen para jugar a ser Trump en Brasil y el nuevo Presidente debería ser el primero en entenderlo. Pero, ¿podrá contenerse y transformarse en un Bolsonaro de centro derecha o, aunque más no sea, de derecha, a secas, y así quitarse el mote de «ultra» con el que lo clasificaron sus opositores en la campaña?
(*) Politólogo especializado en observación electoral. Director ejecutivo de la ONG Transparencia Electoral.