26-08-2021

La vergüenza es ministerio

Por Jorge Daniel Giacobbe (*) – Columna de su Informe Clima Social Coronavirus N°30

Jorge GiacobbeDiez puntos de imagen positiva perdió Alberto Fernández en la Provincia de Buenos Aires, y creció once su negativa. Cinco de positiva perdió en la Ciudad de Buenos Aires, y creció nueve de negativa. Todo esto en los días posteriores al Olivosgate.

Respecto del cumpleaños celebrado por la primera dama y el Presidente en la quinta de Olivos durante la cuarentena estricta, tan solo el 15.2% (en PBA y CABA) adhiere a la siguiente idea: “No es un tema importante. El Presidente pidió disculpas. Es un asunto terminado”.

Otros 22.9% en PBA y 20.8% en CABA opinan que “Es un error importante y no debería haber sucedido. Pero hay que dejar de atacar al Presidente”.

Finalmente, un 61.3% en PBA y un 62.5% en CABA opinan que “Es un escándalo moral terrible. El Presidente debería ser sometido a juicio político”.

Ministerio. La vergüenza es ministerio.

El impacto de opinión pública de los vergonzosos sucesos que ya ni vale la pena enumerar, han generado un tipo de impacto curioso. Se ha desplomado la imagen del Presidente pero no la de la Vicepresidenta. La imagen positiva de Cristina apenas ha mermado uno o dos puntos según el distrito. Tampoco golpeó sobre sus candidatos para esta elección.

El problema tampoco es enorme en términos de intención de voto. Si lo vemos por espacios, en ambos distritos, el Frente de Todos apenas ha retrocedido 2% en los resultados sin proyección y 3% en los datos proyectados. Siguen por encima del 30% en la provincia de Buenos Aires y por encima del 20% en la Ciudad. A su vez, visto por candidatos, Victoria Tolosa Paz y Leandro Santoro están exactamente igual que antes.

No es ilógico. Venimos explicando que el voto es genérico hacia el espacio, y que el apoyo del núcleo duro es hacia Cristina. Entonces Alberto Fernández puede tener un comportamiento ético o anti ético, gobernar bien o mal, ser abducido por extraterrestres o partido por un rayo, pero los votos de Cristina siempre están allí.

Lo que se desmorona es Alberto, solamente Alberto. Y el kirchnerismo lo va a sostener apenas lo suficiente para que el hombre siga siendo el empleado que atiende el mostrador de los reclamos, manteniendo su función primaria y esencial en la relación con la Vice.

La vida política siempre le da revanchas a Cristina. Esta vez, de tener entre sus dedos la suerte de quien tan duramente la criticó.

Pero el desmoronamiento de Alberto, si bien no parece llevarse puesto el núcleo duro kirchnerista, muy probablemente limite o cercene las posibilidades del Frente de Todos para seducir a los famosos y misteriosos “indecisos”.

La herida está aquí, porque todavía hay casi un 20% de ciudadanos que no tienen una decisión tomada hacia el voto. Va a ser difícil conquistarlos.

EN LA OTRA ESQUINA DEL RING.- De ninguna manera se puede sostener, todavía, que Juntos por el Cambio esté capitalizando nada de esto. Solo el voto con intenciones liberales se ha visto unos puntos reforzado.

Pero dentro de las internas hay movimiento. En Provincia, la diferencia inicial de cuatro puntos a favor de Diego Santilli, que luego se convirtió en seis, ahora se ha estirado a trece. En la Ciudad, María Eugenia Vidal ha caído unos cuatro puntos mientras que López Murphy ha crecido casi dos.

Con un Frente de Todos sin hormonas de crecimiento, un Juntos por el Cambio transitando diferencias internas y todo el espectro político sin ideas claras, muchas cosas pueden suceder: que los terceros puedan encontrar un poquito más de espacio para crecer, que crezca el ausentismo o el voto en blanco como forma no usual de castigo, o que nuevamente nos capture la pelea entre Frankenstein y el Hombre Lobo estimulando los polos opuestos para que se maten entre sí. Apuesto a esta última.

Pero lo cierto es que el clima en la Argentina ha cambiado nuevamente. Hasta hace unas semanas, los consumidores de política nos preguntábamos qué sucederá en las elecciones y cuántos diputados tendrá cada espacio, mientras que los ciudadanos de a pie se preguntaban cuándo terminará la crisis.

Aún sin obtener respuestas para esas preguntas, ya nos estamos preguntando todos cómo hará Alberto para gobernar dos años más sin poder ni ideas, sin respeto de los propios ni de los ajenos, y sin siquiera rasgos de entereza personal.

Por la Argentina, esperemos que logre hacerlo bien. El proceso va a ser duro y frustrante. Aunque las palabras que describen las elecciones de este año reflejan que los argentinos siempre renovamos nuestras esperanzas, lo más probable es que nada cambie.

La marcha de las piedras merece una sincera mención especial. Se trató de un gesto de madurez y aplomo que balancea las características tan inmaduras que nos caracterizan como sociedad en cuanto a la política.

Ciudadanos dejando piedras en el suelo, en vez de arrojarlas. Convirtiendo esos objetos, que siempre significaron violencia, en símbolos de un proceso colectivo de duelo trunco, tortuoso y angustiante. Para sacarse el sombrero.

(*) Director de Giacobbe & Asociados.