13-11-2015

La armada Brancatelli

Por Claudio Gómez (*)

Diego BrancatelliClaudio GómezEl próximo 11 de diciembre se estrena la Armada Brancatelli, una producción cinematográfica de dimensiones desmesuradas que, sino fuera trágica, sería desopilante.

La Historia es sencilla. Se inicia con la recuperación de un barco fondeado en 2001 por culpa del Capitán Chupete, quien abandona la nave colgado de las patas de un pelícano, después de haber autorizado la represión y muerte de casi cien marineros en pleno puerto.

Tras varios capitanes que se suceden en forma vertiginosa para comandar el barco, uno se queda con el timón: El Capitán Cabezón. Antecedido por procedimientos negativos, el Cabezón delega el mando en el Capitán Pingüino, quién más temprano que tarde lo traiciona y se queda con la embarcación que, a decir verdad, ya había empezado a recuperar el rumbo.

El barco reinicia su marcha. A los cuatro años, el Capitán Pingüino deja el comando en su esposa, la Capitana Crispación. El Pingüino muere inesperadamente y el doble comando se frustra. Sin embargo, Crispación logra seguir adelante con el viaje.

Un inesperado giro en el film inicia un tiempo dramático. Crispación entra en un estado de locura y, producto de la paranoia marítima, comienza a creer que es reina.

Sin querer advertirlo, muchos de los marineros aceptan las desventuradas decisiones de la «reina». Entre ellos se destaca el grumete Brancatelli, a quien, es justo decirlo, la película retrata como una metáfora de los desaforados desaguisados de los chicos de la reina, reunidos bajo el paraguas de una identidad y un proceder un tanto diabólico y siempre autoritario y despiadado: La Camándula. Hablan, mandan sobre el resto, pero no aportan nada al viaje.

Singularmente, se la toman con un comandante al que le falta un brazo: lo hostigan, lo critican, lo blasfeman. Despectivamente, lo apodan El manco. Pero Crispación no por amor, sino por necesidad, decide colocarlo como aspirante único a sucederla.

Brancateli y una parte cada vez más chica de la tripulación aceptan la premisa alocada. Y es en ese sentido que lo empiezan a tratar bien y mal, en un juego macabro. Súbitamente, aparece en la competencia otro interesado, cuyo objetivo, se supone es vender el barco a manos extranjeras.

El final es para descostillarse de risa. No se los cuento, pero vayan buscando los salvavidas.

(*) Periodista y docente.